El diálogo, con un economista que vivió en Washington y conoce mucho el funcionamiento del FMI, fue esclarecedor:
– “¿A quién le entregó los dólares el Fondo en el 2018?”, preguntó, sabiendo que caer en esta trampa es habitual.
– “A Macri”, fue la respuesta inmediata.
– “¿Estás seguro?”, apuntó, en tono provocador.
– “Fue un crédito político, con el apoyo de Estados Unidos, de Trump, para evitar la crisis política y fortalecer la campaña electoral de Macri”, fue la réplica al desafío.
– “Es cierto que fue un préstamo político, pero falta algo central en esta evaluación: el objetivo principal no era el futuro político de Macri; él fue el intermediario para que esos dólares fueran a rescatar a los grandes fondos de inversión de Wall Street que habían jugado en la bicicleta de las Lebac y corrían riesgo de perder lo apostado”, explicó en forma contundente.
Este intercambio brinda el contexto analítico para comprender una de las operaciones financieras internacionales más descabelladas: un crédito total de 57.000 millones de dólares, de los cuales se desembolsaron 44.500 millones, monto desproporcionado que violó los estatutos fundacionales del FMI, que ningún país recibió en semejante magnitud en proporción a la dimensión de la economía, y que de antemano se sabía impagable.
¿Habrá otro escandaloso préstamo del FMI?
Los dólares del Fondo, que son aportes de las potencias económicas con el dominio de Estados Unidos, país que concentra el 17% de la cuota, tuvieron como destino final, entonces, fondos de inversión estadounidenses y europeos que se subieron a la burbuja financiera de Luis Caputo (ministro de Finanzas) y Federico Sturzenegger (presidente del Banco Central) del gobierno de Mauricio Macri.
La misma dupla que participa en otra burbuja especulativa, ahora en el gobierno de Javier Milei.
Con este antecedente inmediato, ¿el FMI hará lo mismo? ¿Entregará 10 mil, 15 mil o 20 mil millones de dólares adicionales como si no hubiese existido el préstamo anterior?
Con criterios de administración eficiente de carteras crediticias, el pésimo resultado del acuerdo, las irregularidades procesales y ejecutivas cometidas en Washington y Buenos Aires, el carácter impagable del actual crédito en relación a las reservas y las previsiones mediocres de ingresos de dólares del comercio exterior, y la inestabilidad económica y política derivadas, se arriba a la conclusión de que es imposible la ampliación de la asistencia del FMI.
Pero no. Es probable, aunque no seguro, que el Fondo hunda más dólares en la economía argentina, aprendiendo nada de la sucesión de sus fracasos.
Como ilustró al comienzo el economista conocedor de los pasillos de la burocracia del Fondo, estos eventuales nuevos dólares no serán para Milei, a quien le servirá para pasar sin sobresaltos cambiarios la elección de medio término, sino que el verdadero objetivo será facilitar el retiro de grandes fondos de inversión de la fenomenal burbuja especulativa liberal-libertaria.
¿Para qué le sirve al FMI realizar una autocrítica de sus errores si después los repite?
La respuesta de este interrogante para la tecnoburocracia de Washington consiste en que, de esta forma, les permite calmar sus conciencias y cumplir con formalismos que garantizan su supervivencia.
El último reporte de FIDE ofrece un apartado con las principales autocríticas que el organismo realizó en la revisión del Acuerdo de Facilidades Extendidas del 2022, publicada el 10 de enero último:
En primer lugar, el FMI plantea que subestimó la apreciación cambiaria. A modo de referencia, en agosto de 2023 exigió una devaluación del 22% al gobierno de entonces para realizar desembolsos por unos 7500 millones de dólares. Ese tipo de cambio real se encuentra un 40,9% por encima del vigente a fines de enero de 2025. Es decir, que la actual paridad cambiaria está atrasada y la devaluación será condición para nuevos desembolsos del FMI.
En segundo lugar, indica que este crédito extraordinario tuvo un costo tanto para la Argentina como para el propio FMI, pues “no solo compromete la sustentabilidad de la deuda argentina, sino que la exposición excesiva a la Argentina puso en riesgo la sustentabilidad financiera del mismo organismo”.
En este sentido, los investigadores de FIDE explican que aumentar la deuda con el FMI no solo supone empeorar las condiciones estructurales de fragilidad externa del país, sino que tampoco se garantiza una baja del riesgo país y, en consecuencia, el retorno a los mercados internacionales de deuda.
En tercer lugar, el FMI indica que haber considerado las reservas brutas y no las netas para analizar la capacidad de pago de la Argentina fue un error. Actualmente, las reservas netas, descontando los depósitos del Tesoro en el Banco Centtral, son negativas en unos 10.500 millones de dólares.
Finalmente, el FMI critica la flexibilidad del organismo para ceder a los requerimientos de la Argentina pese a no cumplir con las metas, y remarca la necesidad de ser “objetivo” de cara al futuro.
“Esta crítica no solo aplica para analizar las posibilidades de un nuevo crédito, sino los usos que se le podrían dar a esos fondos”, apunta el informe de FIDE. Para señalar, entonces, que el financiamiento del FMI no podría utilizarse para intervenir en el mercado cambiario, ya sea para sostener el tipo de cambio o para financiar la formación de activos externos, ante un eventual levantamiento del cepo, como ocurrió durante 2018 y 2019.
¿Con esta evaluación autocrítica, el directorio del FMI igual aprobará un nuevo crédito con desembolso de miles de millones de dólares para la Argentina?
El dueño del Fondo
Como principal accionista, Estados Unidos tiene su propio asiento en el directorio ejecutivo del FMI. El directorio ejecutivo o junta de gobernadores del organismo puede aprobar préstamos, decisiones de política y otros asuntos por mayoría simple de votos; sin embargo, se requiere una mayoría especial de votos para aprobar decisiones importantes.
Esta puede requerir un 70% o un 85% de los votos, según el tema a definir. Con el 17,43% del poder de voto total, Estados Unidos tiene poder de veto sobre decisiones políticas importantes, entre ellas un crédito extraordinario, como el entregado en el 2018 y el que se está negociando ahora con Argentina.
Un documento preparado por el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos (CRS, por sus siglas en inglés) explica que la principal fuente de recursos de préstamo del FMI son las contribuciones financieras o las suscripciones de cuotas de sus países miembros. La proporción de cuota de un país, o cuota participativa, refleja en términos generales su peso en la economía global; las economías más grandes tienen cuotas mayores. La cuota de un miembro también afecta el poder de voto del país en el FMI.
Para destacar que los países con cuotas elevadas, y por lo tanto más compromisos financieros con la institución, tienen mayor voz en la forma en que se maneja el FMI. Precisa que Estados Unidos aporta 117.000 millones de dólares a la cuota del FMI (17,46%). Además, Estados Unidos ha aportado otros 44.000 millones de dólares a las arcas del FMI que complementan los recursos de la cuota.
Prender velas en el altar de Donald Trump
Milei viaja otra vez a Estados Unidos con la expectativa de conseguir el aval político de la administración republicana para un nuevo acuerdo con el FMI, además de una foto con Trump.
Caputo se desplazará hasta Sudáfrica para, en el marco de un encuentro del G-20, reunirse con la titular del FMI, Kristalina Georgieva.
Existe una extensa negociación técnica en el proceso hasta la firma de un acuerdo con el FMI, pero, luego de décadas del vínculo traumático de Argentina con este organismo internacional, se sabe que la definición última es política.
Rescatar el factor político del acuerdo no significa que la cuestión económica-financiera sea poco importante, sino que concentrar las observaciones exclusivamente en ese aspecto debilita la comprensión de lo que significa el FMI a nivel global y el papel que cumple de injerencia en la política local.
El Fondo Monetario no es un banco comercial ni de inversión, y tampoco un fondo de inversión internacional. Es una institución multilateral controlada por las potencias, utilizada como herramienta de poder geopolítico para desplegar la estrategia hegemónica global de Estados Unidos, al tiempo de imponer un condicionamiento amplio (económico, financiero, social y político) sobre países endeudados.
La desesperación liberal-libertaria: conseguir dólares
La base del plan económico de Milei-Caputo es una inmensa burbuja especulativa que necesita un flujo constante de dólares para sostenerse, cuyos protagonistas, mientras calculan ganancias en dólares, desestiman el dibujo de anotar superávit de las cuentas fiscales y la subestimación de la tasa de inflación que altera la evolución de varias otras variables clave.
En una primera etapa, luego de la megadevaluación del 13 de diciembre de 2023, el flujo de dólares por exportaciones y la caída de las importaciones por recesión brindaron el cuadro inicial para subirse a la bicicleta financiera (carry trade en jerga de la city). En esos meses, predominaba la fantasía de líneas de crédito de fondos soberanos y/o grandes inversores, que no aparecieron, y una lluvia de inversiones en el sector real con el obsceno RIGI.
Nada de esto sucedió. Por caso, el 2024 terminó con el nivel de inversión extranjera más bajo de la serie histórica iniciada en 2003. A mediados de mayo pasado aparecieron dudas entre financistas y algunos de ellos se retiraron de la bicicleta provocando una pequeña corrida.
El puente de dólares que permitió neutralizar la huida hasta generar otra etapa de euforia especulativa fue el blanqueo de capitales, que sumó en total unos 23 mil millones de dólares.
El efecto de este shock financiero interno positivo está languideciendo, con un persistente goteo de los depósitos en dólares de los bancos. Para sostener la bicicleta financiera el esquema necesita del ingreso de dólares.
Se acabó la magia del blanqueo, ¿y ahora qué?
Aquí aparecen las turbulencias cambiarias de comienzos de este año. Las reservas internacionales del Banco Central no suben, por el contrario, bajan pese a las compras de la entidad monetaria y a la revalorización del oro (el stock de reservas del BC subió 700 millones por el alza de la cotización). En lo que va del año, las reservas brutas descendieron casi 4000 millones de dólares, y las netas son negativas en unos 10.000 millones.
Caputo buscó el salvavidas de los dólares del complejo agroexportador con la reducción de las retenciones. Pero no son suficientes en un escenario de alza del riesgo país a niveles de 650-700 puntos, lo que obtura la opción de obtener dólares con la colocación de bonos de deuda en el mercado internacional.
Otro manotazo fue la operación carísima con un grupo de bancos internacionales, denominada REPO, por unos 1000 millones de dólares, de los cuales solo ingresaron 800 a las cuentas del Central, quedando el resto en bonos del Tesoro de Estados Unidos como garantía de la transacción, además de los bonos públicos entregados como aval.
Las previsiones del flujo de dólares en este año son menores a las de 2024 por el incremento de las importaciones y el déficit de la cuenta de servicios turísticos. Aparecieron entonces dudas de los especuladores abrazados al carry trade de Caputo.
La forma de tranquilizarlos es prometer un pronto acuerdo con el Fondo Monetario. Milei dijo que sólo “falta el moño” y Caputo aseguró que se rubricará en el primer cuatrimestre. Son los espejitos de colores para mantener seducidos a los financistas.
Uno más para seguir sumando récords
Entre 1956 y 2024 la Argentina suscribió 22 acuerdos de condicionalidad fuerte con el FMI: 18 de derechos de giro, 4 de facilidades extendidas (1992, 1998 y 2018-2022 aún vigente) y 1 de servicio de complementación de reservas, en 2001. También se celebraron otros acuerdos de condicionalidad menor: 7 compensatorios por fluctuaciones de exportaciones en las décadas de 1970 y 1980 y 1 correspondiente al servicio financiero del petróleo, en 1975.
En total fueron 30.
En los 68 años transcurridos desde el ingreso al organismo en 1956, dispuesto por la dictadura que derrocó a Juan Domingo Perón, hasta el último crédito entregado al gobierno de Macri que sigue vigente luego de la refinanciación del gobierno de Alberto Fernández, Argentina estuvo bajo acuerdos en 44 años. Y la cuenta sigue.
Si se considera que los programas del FMI están contemplados para otorgar financiamiento transitorio, queda en evidencia que lo excepcional, en el caso de la relación con la Argentina, se convirtió en norma. Durante este largo período, el Fondo aprovechó cada solicitud de financiamiento para presionar por la implementación de medidas regresivas en materia económica.
Los acuerdos con el FMI son políticos y el rechazo también lo tiene que ser
Una de las condiciones que pide la tecnoburocracia del Fondo, luego de décadas de fracasos -no solo con Argentina- y para no ser señalado como único responsable de las debacles, es el respaldo político (oficialismo y oposición) al acuerdo.
Si el préstamo anterior fue un despropósito, solo la evaluación de ampliar el monto resulta un desatino mayúsculo. La burocracia del FMI mostrará que las evaluaciones independientes impulsadas para indicar las falencias de acuerdos fallidos no sirven para nada. Quienes se oponen desde la política deben advertir que no puede ser reconocido en el futuro semejante disparate financiero.
Para eludir el debate político, Caputo dice que un nuevo acuerdo con desembolsos no significa aumento de deuda porque esos dólares se utilizarán para cancelar deuda del Tesoro con el Banco Central. Por lo tanto, no tiene que ser aprobado en el Congreso.
No es así. El ministro está confundido.
Cualquier tipo de endeudamiento con el FMI tiene que ser debatido y aprobado/rechazado en el Congreso. Esto dice la Ley de fortalecimiento de la sostenibilidad de la deuda pública, conocida como ley Guzmán, debido a que el ministro de Economía de Alberto Fernández la impulsó, precisamente como señal de apoyo político ante el FMI.
El artículo 2° dice: “Dispónese que todo programa de financiamiento u operación de crédito público realizados con el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como también cualquier ampliación de los montos de esos programas u operaciones, requerirá de una ley del Honorable Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente”.
El escándalo con el memecoin $LIBRA incorpora otro elemento en el análisis de la negociación de un nuevo acuerdo con desembolso de miles de millones de dólares: ¿el FMI entregará más recursos a un país cuyo Presidente fue principal protagonista de una estafa en el mundo cripto? Si lo hace, sería otra gran estafa.