Luego de más de una década viviendo solo en una jaula en el Bioparque Bubalcó, Toti, el chimpancé de “mirada triste”, comienza a entrenarse para dejar atrás el cautiverio. Su historia recorrió el país y ahora, con el rechazo de la última apelación judicial de su propietario, se abre un nuevo capítulo: el de su libertad. La jueza de Familia de General Roca designó a la Fundación Franz Weber y al Instituto Jane Goodall para planificar su traslado a un santuario.
Toti nació en los años noventa en el antiguo zoológico de Luján y pasó por diversos recintos hasta llegar a Río Negro en 2013. Fue canjeado por un tigre blanco como si se tratara de una pieza de colección, y desde entonces vivió completamente aislado, sin el contacto de otros chimpancés, situación considerada cruel por expertos. “Ningún chimpancé debe estar solo”, aseguró Jane Goodall, la mayor experta mundial en primates.
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El chimpancé ya comparte sus días con un cuidador especializado que lo acompaña en su proceso de adaptación al futuro traslado. No es un proceso simple: Toti debe prepararse para tolerar el viaje y, sobre todo, para interactuar con otros de su especie. Desde las organizaciones animalistas señalaron que el destino final aún no está definido, pero podría ser un santuario en Brasil o el Reino Unido, donde ya fueron reubicados otros chimpancés argentinos.
En Argentina solo quedan tres chimpancés en cautiverio: Toti, Tomy (en La Plata) y Yony (en Luján). Todos ellos viven solos desde hace años. Este aislamiento prolongado genera sufrimiento profundo: los chimpancés comparten el 98,5% del ADN humano y necesitan vínculos sociales para mantener su salud emocional.
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Toti representa más que su propia historia. La lucha por su traslado marcó un precedente legal y ético. Casos como el de Cecilia o Sandra, una chimpancé y una orangutana que fueron reconocidas como “sujetos de derecho”, establecieron jurisprudencia internacional. En el caso de Toti, la Justicia ya ordenó su traslado, y el reloj empezó a correr.